jueves, 30 de octubre de 2008

Un minicuento. Luego de la lectura de "El encuentro" de Griselda Gambaro


Transcurría en Río Soleado, en La Pampa, Argentina. Allí en ese lugar tan hermoso, en una casa de campo vivían Juana y Mario, un matrimonio que convivió durante 40 años.
Mario había muerto hacía ya un año a causa de una grave enfermedad. En ese entonces Juana decidió alquilar una de las habitaciones que tenía en su casa para tener ingresos y poder tener una vida digna.
Un día lluvioso llegó un hombre robusto, todo mojado, para averiguar sobre el alquiler. Juana, al verlo, quedó impactada: era tan parecido a Mario...Pero trató de olvidarse de ese hecho.
Al final este hombre decidió alquilar la habitación para pasar unos días de campo.
Con el correr de los días, Juana iba descubriendo a este hombre. Empezó a darse cuenta de que era tan afectivo, tranquilo y exitoso como Mario. Pero siguió negando todas estas coincidencias.
Ella recordaba a Mario a cada instante al salir de la casa de campo y ver cómo la gente cabalgaba, y recordaba ese cariño que tenía Mario por esos animales y el amor que les daba.
Sin embargo, a pesar del parecido de este hombre misterioso que alquiló la habitación, ella aseguraba que no había otro Mario en el mundo que fuera tan afectivo y le haya dado tanto amor.

Federico Pagano

Una carta. LAS VIUDAS DE LOS JUEVES

Escribir una carta de Antonia a su hija Paula en la que le cuente lo que le pasó con Mariana y la remera.

Paulita: Se acerca tu cumpleaños y estamos lejos, también tenía ganas de regalarte una remera hermosa con unas piedritas muy lindas, casi tan lindas como vos. Pero la señora MAriana se la dio a una "Mona Rubia" para las empleadas domésticas, pero cuando la fui a comprar no estaba.
Busqué sin ganas algo lindo en la feria americana que hacían en el country pero nada me pareció tan lindo como para regalarte a vos.
Anoche cuando los chicos se divertían festejando una fiesta de otro país, Noche de Brujas, vino una amiga de la señora con sus hijos y su nena caprichosa tenía la remera que iba a ser tuya.
Capaz en la próxima feria está, pero no creo, porque la nena todo lo que quiere lo tiene.
Quedate tranquila que cuando yo vaya a verte voy a llevarte algún regalo lindo para tu cumpelaños y lo vamos a disfrutar todos.
Espero pronto tener mi franco para estar juntas y llenarte de besos. ¡Te amo, hija!
Tu mamita que te quiere.
¡Mamá!
Melina Marín

Fotos de los escritores leídos

Liliana Heker "La música de los domingos"















Gabriel García Márquez "La luz como el agua"








Ángeles Mastretta, "La historia de la tía Jose"



Antonio Dal Masetto, "El padre"







Claudia Piñeiro, LAS VIUDAS DE LOS JUEVES



Julio Cortázar, "La salud de los enfermos"


















Marcelo Birmajer "De los Apeninos a los Andes" y
"Peleas de niños"








Juan Forn, "Nadar de noche"










Entrevista a Claudia Piñeiro en "Ver para leer", programa de Sasturain

http://www.verparaleer.speedy.com.ar/Interviews/Index/id=11

Trabajo Práctico. Relación entre "La música de los domingos" de Liliana Heker y la película "Luna de Avellaneda" de Juan José Campanella




Liliana Heker dice: "No hay un desdén de la literatura hacia el fútbol, no se puede generalizar; Borges no deja de ser Borges incluso cuando desdeña al fútbol. Pero muchos escritores son hinchas apasionados, no hay un rechazo particular en el gremio. Yo tengo una relación apasionada desde muy chica. Para la literatura es un campo interminable, ya que el deporte pone en juego conflictos muy interesantes", dice Heker, autora del cuento "La música de los domingos".

miércoles, 29 de octubre de 2008


Domingo, 26 de Febrero de 2006
Claudia Piñeiro
Vivir adentro
El country empieza a ser uno de los nuevos escenarios del crimen: de los reales y los imaginarios.
http://static.pagina12.com.ar/fotos/libros/20060226/notas_i/viudas.jpg
Por Antonio Dal Masetto

Las viudas de los jueves
Claudia Piñeiro
Alfaguara
320 páginas


Un alambrado atado (valga la redundancia) con alambre. Más allá –fuera de foco–, el verde y los árboles de un parque. Esa es la imagen que ilustra la cubierta de la segunda novela de Claudia Piñeiro. En letras blancas, verticales, leemos: Premio Clarín de Novela 2005 (su primera novela, Tuya, llegó a ser finalista del Premio Planeta 2003). De algún modo, Las viudas de los jueves cuenta la historia de ese alambrado de la cubierta: estar adentro o afuera (del country), ésa es la cuestión.
La novela comienza con la voz de Virginia Guevara, contando qué fue lo que pasó en la noche del último jueves de septiembre del 2001. Su marido, Ronie, volvió, mucho más temprano de lo habitual, de su cena de los jueves con amigos del country donde viven. En una escena confusa (para Virginia), Ronie cae por una escalera: “Salí corriendo y me encontré con mi marido caído, con un hueso de la pierna saliendo a través de la carne, envuelto en sangre”. En casa de los Scaglia, donde se había celebrado aquella cena, tres hombres sin vida son hallados en el fondo de la pileta. Estas caídas (la de Ronie y los tres hundidos) no pueden ser explicadas sin narrar otro derrumbe: el del country (el del país), que no casualmente lleva en su nombre esta misma historia de caídas, Altos de la Cascada.

La descripción de la vida cotidiana dentro de La Cascada es tan minuciosa que amenaza con hacerse insoportable. Pero cuando la obsesión es también amena, la lectura se convierte en un morboso hacer correr las páginas. Cambiando de narrador en cada capítulo, la voz que narra no se deja odiar del todo, a pesar de lo que dice (una y otra vez: las miserias de la ostentación). Y las que narran son, casi siempre, mujeres. Mujeres de hombres con una misma y única obsesión: mejorar o mantener el nivel de vida, cueste lo que cueste. Y es la misma Virginia la encargada de mostrarnos La Cascada por dentro, puesto que es la agente inmobiliaria del country. Es, a la vez, una suerte de escritora falaz (lleva siempre una libretita roja, donde anota cada detalle de Los Altos, desde las virtudes de un terreno hasta las infidelidades de sus vecinos, con el fin de optimizar sus ventas al máximo). Sin embargo, Virginia resulta uno de los personajes más simpáticos (con Carla, una mujer golpeada). También hay mujeres que se preguntan cómo es posible que sigan ingresando judíos al country. Mujeres dispuestas a cambiar el nombre de sus hijos adoptados, por considerar que el que figura en el DNI es propio de gente pobre (cambia Ramona por Romina). La fiebre de la convertibilidad avanza en cada capítulo, y con cada nueva adquisición de algún vecino (un piso nuevo, un Alfa Romeo, un home theatre) se mencionan –como al pasar– distintos acontecimientos que van configurando una historia paralela. La Argentina de los ‘90: desde la asunción de un nuevo presidente a fines del ‘89 hasta los días de septiembre del 2001, donde (según Virginia) “abríamos las cartas con guantes de goma por temor a encontrarnos con un polvo blanco”. Y entre esas dos fechas aparecen (para desaparecer inmediatamente) las más recordadas vergüenzas y canalladas que hicieron del menemismo un icono de la hipocresía, el desenfreno y la estupidez.

Es que la verdadera caída de Las viudas de los jueves es la del menemismo. Y la verdadera muerte está siempre del otro lado del alambrado de La Cascada, donde se extiende una villa que los vecinos del country evitan mirar, aun cuando esté sólo a unos metros de sus casas. Pero, como en una película de suspenso (y el suspense cargado de humor es lo mejor de Piñeiro), la muerte entra al country. Y cuando la muerte está del lado deadentro, no importa quién sea el muerto (incluso puede tratarse del hijo del presidente); lo único que importa es el negocio. La transa. El dinero.

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